Discusiones

Tengo un Supreme bamba y no me avergüenzo

Si alguna vez han ido a Gamarra (el mayor emporio de confección y comercialización de ropa de la capital) es probable que hayan observado batidas policiales para incautar productos textiles “bambas” (aka falsificaciones). Las primeras prendas que “pagaban pato” siempre habían sido los polos, pantalones y casacas con el logo falsificado de Nike o Adidas, o camisas con un cocodrilo muy parecido al de Lacoste; sin embargo, en recientes visitas a Gamarra y Grau (segundo mercado con mayor volumen de ropa falsificada en Lima) pude observar la llegada de nuevas marcas falsificadas que están abarrotando la mayoría de stands: Gucci, Supreme y Thrasher.

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Fotografía propia. Poleras Gucci, Supreme y Thrasher en centro comercial de Avenida Grau.
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Fotografía propia. Poleras con estampado Supreme vendidos por comerciantes en Gamarra.
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Fotografía propia. Outfit completo con estampados de Gucci en centro comercial de Avenida Grau

La confección de falsificaciones de Gucci, Supreme y Thrasher en estos dos mercados es un caso especial de explorar y analizar debido a tres factores claros. En primer lugar, estas tres marcas tienen un concepto bastante definido. Gucci, y lo que se ha construido alrededor de su logo, es sinónimo de exclusividad, elegancia y estar a la moda. Supreme, por su lado, se ha convertido en una gran tendencia mezclando el streetwear (sinónimo de comodidad) con el mercado de lujo. Thrasher Magazine, por último, siendo originalmente una revista de skatebording con una colección de polos y polerones que nunca tuvo la intención de llegar a ser tendencia, se ha convertido en un símbolo del mundo juvenil y despreocupado al cual está asociado el skate (aunque a Thrasher no le haga gracia que famosos como Justin Bieber o Rihanna utilicen su logo).

En segundo lugar, Supreme y Thrasher no tienen un mercado formal en el país. La única forma de conseguir un producto de estas marcas es por medio virtual a cargo de algún servicio tercerizado o viajar a algún país donde estas marcas tengan tiendas. Gucci, por su lado, sí tiene una pequeña boutique en Lima, pero está especializada exclusivamente en su colección de joyería, relojería y gafas; por lo que las prendas de ropa de esta marca solo pueden ser conseguidas por los mismos medios que Supreme y Thrasher.

Por último, las falsificaciones que pude encontrar en Gamarra y Grau estaban orientadas a copiar más las prendas de vestir de algodón (sobre todo polos, pantalones y casacas) que accesorios en base a otros materiales. Asimismo, las prendas falsificadas que observé estaban centradas en la copia del estampado (usualmente el logo de la marca). Esto es interesante para el análisis, pues la diferencia visual entre el original y la falsificación es poco notoria debido a que comparten el mismo material y diseño. Las diferencias entre el diseño de prenda falsificado y el original está en detalles que solo conocedores de las colecciones podrían notar.

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Izquierda: Polera Supreme ofrecida en Av. Grau. Derecha: Polera Supreme original. Diferencias imperceptibles.
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Izquierda: Polo Thrasher ofrecido en Av. Grau. Derecha: Polo Thrasher original. Diferencias en el color del delineado del logo y la palabra debajo.
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Izquierda: Polera Louis Vuitton x Supreme ofrecida en Av. Grau. Derecha: Polera Louis Vuitton x Supreme original. Diferencia en el color del logo.

Delineado este contexto, podemos pasar a preguntarnos por el problema acerca del reciente boom de falsificaciones de Gucci, Supreme y Thrasher, que se ha observado en Gamarra y Grau, los dos principales mercados de venta de ropa falsificada en Lima.

En primera instancia, pareciera que el problema principal estuviera asociado a la idea de que comercializar un producto falsificado es lo mismo que robar.  Al igual que con la piratería audiovisual, se piensa que con la venta de falsificaciones se está obteniendo ganancias por el proceso creativo ajeno y que, además, se está robando parte de las utilidades que genera el original. Esto último supondría, asimismo, que por comprar una falsificación se está dejando de comprar un original, quitándole consumidores actuales o potenciales a la empresa que fabrica los productos originales. Sin embargo, como mencioné párrafos arriba, ni Gucci, Supreme o Thraser tienen tiendas en Perú en donde se puedan conseguir sus prendas de ropa, y, por lo tanto, no hay mercado formal al cual las falsificaciones le estén robando, o si quiera amenazando. Sin mencionar que probablemente la gran motivación de quienes compran productos bambas sea el precio, el cual es muchísimo menor que un original.

Entonces, por ahí no va el problema.

Considero que al ser inexistente un mercado formal de estas marcas y, por ende, no haber medios para acceder a estos bienes, las falsificaciones suponen la entrada de actores heterogéneos al consumo de estas marcas y al estilo de vida que promocionan y reproducen. Sobre este aspecto, me parece, radica el problema alrededor de las falsificaciones.

Comienzo con la premisa de que las personas construyen una imagen de sí mismos, no solo para el goce narcisista, si no para representarse (a través de las decisiones de prendas) y comunicarse con el otro. Es decir, las decisiones que tomamos alrededor de qué prendas nos ponemos y dejamos de ponernos (ya sea en cuanto al diseño, estampado, marca, color, o cualquier otro criterio) nos ayudan a elaborar una versión de nosotros mismos para que quien interactúe con nosotros reciba el mensaje o la impresión de quienes somos. Cabe resaltar que esta impresión, dado que está “encriptada” en el código de la vestimenta, puede ser un mensaje exitoso o fallido; sin embargo, esta incertidumbre no interfiere con el deseo del sujeto de elaborar su versión de sí mismo.

En este proceso de elaboración, expresión y comunicación, las marcas juegan un rol fundamental. A través de llevar prendas con los logos de las marcas, el sujeto se convierte en un representante del concepto que la marca ha construido y del significado que le han otorgado las personas. Con el logo presente en las prendas, el sujeto se mezcla con la marca. Dado que Gucci, Supreme y Thrasher tienen un concepto tan definido, el sujeto cuando consume la prenda, asume y proyecta (al menos teóricamente) el estilo de vida particular de la marca. Es más, esta posibilidad de corporizar la marca se convierte en el valor de cambio. Con esto quiero decir que, por ejemplo, cuando uno compra una prenda carísima de Gucci -con el logo respectivo-, está comprando con ello la idea de exclusividad y lujo que este transmitirá a través del uso de dichas prendas.

Y, ¿qué relación tiene todo esto con las falsificaciones?

Pero antes, algo que acotar. Si vemos a dos personas usando un polo estampado con el mismo logo, ¿tendríamos la misma impresión sobre cada uno? La respuesta es no. El uso de un mismo logo en la prenda no anula las diferenciaciones y jerarquías sociales asociadas a diversas características fenotípicas o raciales. No es tan potente. No aún.

Sigamos. Como mencioné, las falsificaciones de Gucci, Supreme y Thrasher se basan en la copia del diseño del logo, así que la diferencia visual entre falsificación y original se vuelve casi imperceptible. Es por ello que las dos personas del ejemplo anterior sí estarían buscando elaborar una versión de sí mismos basados en el mismo concepto y valores. Probablemente, no lleguen a comunicar el mismo mensaje debido a lo que mencioné más arriba; pero sí buscan retratarse de una forma equitativa: “yo también busco exclusividad y lujo”.  Estas versiones equitativas son las que causan un problema para quien consume productos originales.

Quien se ha ido a Nueva York y se ha comprado su prenda Supreme a 200 dólares no quiere que otro que se ha comprado un Supreme de Gamarra a 50 soles, se equipare con él. Como mencioné, el sujeto adquiere las cualidades de la prenda (de acuerdo a la marca o, en este caso, el modo de producirla); por lo que estamos hablando, también, de un sujeto falsificado y un sujeto original. El “original”, indudablemente, busca la exposición y la anulación o desacreditación del “falso” a  fin de preservar su estatus. Aquí conviene recordar la figura del igualado, entendido como alguien que pretende equipararse a otra por medio de la adopción de características o símbolos propios de un grupo o una clase; en este caso, a través del uso de logos a los cuales no puede (¿o debe?) acceder.

La idea de que un otro fuera del grupo o clase se “iguale”, es una amenaza a la idea de la exclusividad, autenticidad y diferenciación por las que justamente el sujeto “original” se decide a consumir las marcas de Gucci o Supreme. La inversión en tiempo y dinero por conseguir estos bienes está guiada por la sola idea de corporizar estos valores y exponer al ojo ajeno lo que detentan. Sin embargo, desde Gamarra y Grau, el sujeto “falsificado” ha llegado para arruinarles la compra.

Con el surgimiento del boom de falsificaciones de Gucci, Supreme y Thrasher en Lima, pude observar que el limeño está más metido en las tendencias actuales que de lo que pensaba y que reconoce el concepto de estas marcas en tendencia. Tanto así que a varios de nosotros no nos interesa si es original o falsificado, con tal de tener el logo en el pecho. La aparición de outfits completos de Gucci y las prendas de la colaboración entre Supreme y Louis Vuitton, son un interesante indicador de nuevos hábitos de compra entre los limeños, quienes a través de la adquisición de prendas falsificadas buscan nuevas formas de crear y expresar subjetividad. Joda a quien le joda.

*Ilustración de portada: Sin créditos, extraída de Pinterest.